Autor: Redacción Digital |
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Una situación insólita que se estaba produciendo en Japón. Mientras que el país tenía el mayor porcentaje de esperanza de vida, algo a priori positivo, la tendencia comenzaba a convertirse en un problema.
Las estadísticas indicaban que el número de japoneses de 65 años o más casi se cuadruplicó en los últimos cuarenta años hasta superar los 33 millones en 2014, representando el 26% de la población de Japón.
Sin embargo, una noticia que debería celebrarse como es el aumento de la esperanza de vida, se estaba transformando en un problema que no habían considerado. La proporción del gasto en atención médica se había disparado, aumentado drásticamente a medida que la población mayor pasaba más tiempo en los hospitales consumiento así una gran cantidad de recursos.
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Y en esta situación el país ha llegado a un problema que jamás previó: la delincuencia de personas mayores buscando refugio... en la cárcel.
¿Por qué? El fenómeno inusual se deriva de las dificultades de cuidar a la población anciana del país. El número de adultos mayores japoneses que viven solos aumentó en un 600% entre 1985 y 2015. Al parecer, la mitad de los adultos mayores atrapados robando en una tienda vivían solos, el gobierno lo descubrió el año pasado, y el 40% de ellos dijo que, o no tienen familia, o rara vez hablan con ellos.
Por tanto, para estas personas mayores, una vida en la cárcel es mejor que cualquier otra alternativa existente. Según le contó a Bloomberg Yumi Muranaka, directora de la prisión de mujeres de Iwakuni:
Recibirá 1,5 millones de dólares por estar en prisión por más de 45 años
"Pueden tener una casa. Pueden tener una familia. Pero eso no significa que tengan un lugar donde se sientan como en casa".
En este círculo agónico de los recursos aparecen los miembros del personal de la prisión, quienes se encuentran cada vez más cumpliendo las tareas de un asistente de asilo de ancianos.
El gobierno está tratando de combatir el problema de la delincuencia de personas mayores mediante la mejora de su sistema de asistencia social y su programa de servicios sociales, pero la ola de delincuentes que sobrepasan los 65 años no parece que esté cerca de terminar.
Como le explicaba un trabajador social al medio que pudo entrar en las prisiones, “la vida aquí dentro nunca es fácil, pero para algunos, fuera es todavía peor”.
Fuente: es.gizmodo.com
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